jueves, 31 de julio de 2008

FILOSOFÍA DE LA ARQUITECTURA Y TENDENCIAS ACTUALES

Más alla de la teoria y de la crítica Escribe: Humberto Viccina *


En estas líneas no estamos haciendo historia de la arquitectura sino lo que se suele llamar “teoría y crítica”. Sin embargo, vamos a romper este dualismo nebuloso y utilizar el término sintético de Filosofía de la arquitectura. De esta manera se asume desde el inicio la necesaria inseparabilidad de la teoría y de la crítica de la arquitectura, criterio fundamental que busca relacionar el pensamiento con los objetos arquitectónicos construidos y construibles en el mundo real.
Hay un concepto de arquitectura que Boudon defendió tratando de enfocar sus estudios de manera específica. En su ya citado libro se lee: “aquí proponemos definir la arquitectura – no aquella que ha existido o que existe, sino más bien el objeto de una arquitecturología - como pensamiento cierto del espacio” (1) . Esto es precisamente lo que intentaremos hacer pero de la mano de conceptos filosóficos más generales y del conocimiento de esa arquitectura que ha existido y que existe, ya que creemos que la arquitectura no se basta a sí misma, es decir, no es diferenciable solamente como pensamiento. En ese sentido, a aquel “pensamiento cierto del espacio” preferimos llamarlo Filosofía de la Arquitectura.
La Filosofía de la Arquitectura es una parte de la filosofía y, al mismo tiempo, una parte de la arquitectura. Como parte de la filosofía está dentro de una disciplina más amplia que se conoce como Filosofía del Arte, es decir, es una parte de esa rama de la Filosofía que no es ciertamente la Estética y tiene un campo de estudio propio y determinado: el Arte. Por otro lado y aunque esto parezca un trabalenguas, la Filosofía de la Arquitectura está como parte de la arquitectura dentro de lo que todos conocemos como arte, es decir, dentro de la dimensión práctica del Arte. Sin embargo, frente a estas reflexiones se presentan tres problemas que debemos resolver: Si la arquitectura es una parte de la filosofía, si la arquitectura es un arte y si la filosofía de la arquitectura es arquitectura. Para saber si la arquitectura es una parte de la filosofía tenemos que definir esta última. Sin embargo, los arquitectos no somos los profesionales más adecuados para lograr este objetivo, puesto que tendríamos que ser especialistas en Filosofía. Sólo podemos mencionar que etimológicamente Filosofía quiere decir Amor a la Sabiduría, al conocimiento o en resumidas cuentas a la Verdad, lo cual quiere decir que la Filosofía busca la verdad más profunda de todas las cosas.

Marcel Clément hizo un estudio histórico de la filosofía griega que va del sexto al primer siglo antes de Cristo. Al final del libro hay un conjunto de definiciones que ayudan a entender el pensamiento de los filósofos griegos ya en esos tempranos momentos de la historia occidental. Es allí donde se lee que la Filosofía es “el amor inteligente y reflexivo del hombre en la búsqueda de las causas de las cosas con el fin de contemplar y de realizar el orden de la sabiduría” (2) .
En este sentido, no creo posible encontrar algo que se pueda llamar arquitectura dentro del conjunto de causas de la realidad. Por ejemplo, decir que la causa de que las cosas sean es el Ser por esencia es una verdad primera y profunda pero no tiene nada que ver con la arquitectura. La arquitectura tiene más que ver con el universo de cosas causadas por el hombre como respuesta a una necesidad vital, es decir, está en otro estrato del conocimiento. La arquitectura es más bien “efecto” en el más puro sentido y tiene como “causa” al hombre, ya que esta hecha por él y para él. Y es desde este aspecto que la arquitectura puede ser objeto de la filosofía sin llegar a ser una parte de ella. En definitiva, la arquitectura no es una parte de la filosofía, es decir no es filosofía y sin embargo la Filosofía de la Arquitectura sí lo es.

Para resolver la duda de si la arquitectura es un arte nos ayudará descartar las otras posibilidades dentro del universo del conocimiento humano. Ciertamente la arquitectura no se encuentra en el ámbito de las letras, ese conjunto de disciplinas que tienen como elementos más importantes la historia, la filología y tantas otras ramas como la antropología, la arqueología o la sociología. La arquitectura no estudia los hechos del hombre, ni su lenguaje, ni los vestigios materiales de culturas ya desaparecidas o las formas que el hombre adopta o debe adoptar como ser social. En definitiva la arquitectura no estudia al hombre sino las realidades por él inventadas para satisfacer su necesidad de habitar.

La arquitectura no es una ciencia, es decir, un conocimiento por las causas. Más bien es causa de conocimiento porque se trata de un efecto. Si fuera ciencia podríamos llegar a establecer que es exactamente buena arquitectura, eso es imposible ya que nuestra inteligencia no puede acaparar toda la creatividad posible del arquitecto a través de la historia. Tampoco es una técnica o especialidad comparable a las ingenierías porque la ingeniería es una disciplina que permite exclusivamente inventar soluciones para resolver problemas prácticos. Por ejemplo la Ingeniería de Minas prueba y analiza todas las formas de explotación de una mina antes, durante y después del proceso, de tal modo que existen unos estudios previos que permiten luego realizar un plan racional en el que se cuente con los medios existentes y con otros totalmente nuevos -que se piensan o inventan- y que luego permitan la obtención eficaz de los minerales como meta última. En este caso, puede haber ligeras diferencias en el trabajo serio y verdaderamente ingenieril de diversas personas sobre las mismas condicionantes, pero serán diferencias mínimas ya que su trabajo esta basado en el cálculo, su ayuda fundamental es la ciencia y la ciencia que estudia un idéntico sujeto siempre es la misma.

En la arquitectura es imposible encontrar un proyecto totalmente racional y realmente ingenieril. Es imposible también encontrar una sola solución para un idéntico problema así como medir su eficacia en términos objetivos ya que no esta basada en el cálculo; es más, se pueden encontrar soluciones diversas sobre un mismo problema que sean igualmente buenas. Por otro lado, es cierto que tanto la ingeniería como la arquitectura son de utilidad para el hombre pero eso se da en cada una de manera muy diferente. Mientras la ingeniería hace posible que el hombre cuente con unos medios que facilitan su vida material, la arquitectura busca otorgar un espacio que pueda ser Habitado por personas humanas, es decir, su objeto es mucho más amplio que el meramente material y para ello investiga fundamentalmente en la dimensión espiritual del hombre.
Si la arquitectura no es filosofía y tampoco humanidad, ciencia o técnica solo nos queda una posibilidad: La arquitectura es un arte. Para comprobarlo tenemos que definir primero el arte en general y quitarnos de la cabeza la idea común y precipitada de que el arte propiamente hablando es solo lo plástico. El arte es la expresión directa y positiva del espíritu humano a través de lo sensible. Es decir, que un motor de combustión no es arte aunque un artista pop quiera considerarlo así. Ciertamente, un motor es un objeto que puede tener belleza y agradar a la vista - el único elemento con el que se suele juzgar el arte en la actualidad – pero no es expresión directa del espíritu humano, solamente como una especie de telón de fondo se intuye y supone la presencia de ese espíritu. Por otro lado, un cuadro expresionista que represente un motor si puede ser arte, como lo es también el diseño de un automóvil o de una batidora de uso doméstico. El espíritu humano está directamente expresado en la forma que tienen esos objetos, tengan o no una utilidad material para el hombre.
De una manera negativa podemos decir que cuando se prescinde de lo racional, es decir, de lo que puede ser explicado lógicamente y queda algo por sí mismo consistente donde se evidencian otros valores complementarios estamos hablando de arte. En la arquitectura ocurre lo mismo, cuando se prescinde mentalmente de los valores de utilidad, de confort térmico, de proeza estructural, etc., siempre queda algo consistente expresado en su forma, una belleza que tiene un claro sentido y nos traslada mas allá de aquello que estamos percibiendo pues expresa una realidad espiritual de manera sensible; la arquitectura tiene como las otras artes una belleza expresada de manera propia y directa. Una central hidroeléctrica puede ser tan bella como una fresadora, pero esa belleza se difumina entre los componentes racionales que explican que estas obras de ingeniería no pueden no ser de otra forma. La verdadera belleza es espiritual y solo se encuentra de modo propio en Dios - espíritu puro -; pero el hombre, la naturaleza y el arte la tienen de modo participado, su belleza es un chispazo de la Belleza divina.
A propósito de estas consideraciones y a modo de paréntesis, es preciso aclarar que el arte no es solo belleza en cuanto agrada a la vista y de hecho no todo lo que agrada a la vista es arte. Por lo tanto es necesario para el ser humano obtener la formación oportuna para saber apreciar y distinguir el arte verdadero. A este menester es que resultan muy útiles la Estética como rama de la filosofía que estudia la belleza y la Filosofía del Arte, que no es lo mismo, ya que el arte no es solo belleza.
La pregunta que nos queda por responder es crucial, pues si la filosofía de la arquitectura es Arquitectura estaremos entrando probablemente a un lugar inexplorado por la gran mayoría de arquitectos. Comenzaríamos a darnos cuenta que cuando reflexionamos sobre los primeros principios de nuestro arte y al mismo tiempo nos interesamos en los fundamentos que soportan las propuestas de otros estamos realmente haciendo arquitectura. Más aun, aceptaríamos que son arquitectos los filósofos, periodistas e historiadores que hablan y escriben de arquitectura.
La respuesta no puede no ser afirmativa pero tiene sus limitaciones. La filosofía de la arquitectura es inseparable de la misma constitución de la arquitectura en la realidad, es decir, un edificio que es arquitectura – es decir, un buen edificio en sentido artístico – es el producto de una filosofía por más que el mismo arquitecto lo pretenda negar. Al mismo tiempo una simple elucubración mental que desconozca la dimensión “experiencial” de la arquitectura distará mucho de ser una filosofía consistente, estará muy cerca de no ser arquitectura pues será muy débil o inexistente el nexo con la realidad.

En este sentido se explica la gran influencia que han tenido y tienen los arquitectos famosos por sus obras que han hecho o por lo menos han intentado hacer filosofía de la arquitectura. Desde Le Corbusier a Koolhaas puede haber muchos legados, malos y buenos, pero todos ellos han influido e influyen más que las historias y teorías que ha habido desde Zevi a Curtis, y no digamos de los experimentos “filosóficos” que publican sobre arquitectura algunos periodistas o historiadores interesados. La vida muchas veces enseña más que los libros y eso es aun más radical en la arquitectura. Es más fácil hacer filosofía de la arquitectura en su contemplación profunda y solo es profunda la contemplación cuando ella es parte de la misma vida.
El pensamiento arquitectónico ha estado siempre muy ligado a los hechos de la historia de la arquitectura. Todos los grandes arquitectos del siglo XX, desde Mies van der Rohe hasta Louis Kahn, han sido grandes pensadores y verdaderos artistas aunque no hayan podido escribir todo lo que pensaron ni ver realizados todos sus proyectos. Ser verdaderamente arquitecto supone pensar y hacer, mas allá de la dimensión de lo práctico. Supone contemplar la realidad de la arquitectura en el tiempo y en el espacio con la mente de quien conoce su condición de ser que habita el mundo pero que al mismo tiempo lo trasciende. Y en ese empeño, como la filosofía es la ciencia de la cual derivan todas las demás, la filosofía de la arquitectura no deberá prescindir de las otras ramas de la filosofía así como de las otras artes, técnicas y humanidades.

En la constelación de estrellas de la arquitectura que hoy nos abruma hay sin duda grandes arquitectos que siendo aun jóvenes han sabido hacer teoría y práctica con el talento de los maestros. Uno de ellos es Alberto Campo Baeza. Supe hace varios años de su existencia leyendo algunos libros que lo mencionaban alabando el carácter esencial de su obra. Recuerdo las casas limpias de volúmenes blancos y transparentes que en su sencillez denotaban una firme personalidad. Recuerdo también haber pensado que en España se estaba rememorando a Mies mientras que en otros lugares dominaba más la búsqueda formal, tratándose de construir arquitectura sobre la base de la obtusa filosofía post-estructuralista.
Según mi parecer, Alberto Campo Baeza es uno de los mejores arquitectos españoles. De un lado están sus obras ya muy conocidas y de otro sus textos que demuestran que se trata de un arquitecto que piensa. Pero no solo eso, es además un arquitecto preocupado por la arquitectura, es decir, por lo que se hace de arquitectura en el mundo y la forma en que esta muchas veces lo destruye, denotando así un conocimiento no superficial de las vanguardias actuales y una clara posición frente a ellas. No le faltan por eso también algunas propuestas para el futuro de la arquitectura o mejor dicho, para que la arquitectura tenga futuro. Con una clara concepción de la arquitectura como arte, propone buscar con ella la belleza para brindársela al hombre con palabras como las siguientes: “El conseguir evidenciar para el hombre facetas todavía desconocidas de esa belleza, a través del dominio de la Gravedad y de la Luz, será cuestión central para ese futuro de la arquitectura” (3) .Es fácil recordar con esta cita la bella y conocida definición corbusiana de arquitectura, que no tiene sólo un valor poético sino también filosófico, pero sobre esto hablaremos más adelante. Siguiendo con Campo Baeza, vemos también que muestra su admiración a Le Corbusier no sólo con sus elogios sino también con sus propias obras. Y es lógico pues para él la arquitectura es idea construida. La claridad conceptual y la sencillez de expresión junto al profundo contenido de la forma y el espacio son características clave de su arquitectura. Para este arquitecto es fundamental construir lo bello como fuera del tiempo pero simultáneamente muy anclado en la propia realidad, que es una realidad constructiva.
En la Casa De Blas en Madrid, Campo Baeza superpone dos formas simples que configuran el contraste en lo que él llamaría lo estereotómico y lo tectónico, la masa cerrada y compacta con la forma abierta y transparente, esencialista. Es verdaderamente coherente como maneja conceptos diversos de una manera unitaria definiendo espacios originales herederos de Mies y Le Corbusier. En esa composición tan simple como expresiva parece que el arquitecto intenta graficar con la arquitectura el dominio de la gravedad y la luz, términos que el suele utilizar, porque el peso del volumen cerrado vincula irrenunciablemente arquitectura y emplazamiento mientras que la elemental fila de columnas y vigas, el elemento tectónico, permite esa otra vinculación con la luz que permite posibilidades increíbles.
Sin embargo, en la obra de Campo Baeza no existe el movimiento. La dinámica del espacio que muchos arquitectos buscan con insistencia es dejada a la misma vida que lo va a habitar, porque así como los hombres se mueven y respiran, la luz del día se transforma en noche y la arquitectura ofrece siempre diferentes lecturas a lo largo del tiempo. Tal vez es suficiente con eso, ya tenemos bastante movimiento en este mundo alocado, pero no por eso puedo dejar de decir que cuando la forma arquitectónica evoca el movimiento se vuelve realmente insólita y el hombre, su habitante, encuentra más fácilmente en ella un elemento de identidad, de diálogo y de relación con los demás.
Notas: (1) Boudon, Philippe. Sur l’espace architectural. Essai d’epistémologie de l’architecture. Ed. Dunod. Paris, 1985.(2) Clément, Marcel. Une histoire de l’intelligence. La soif de la sagesse. Editions de l’Escalade. Paris, 1979.(3) Campo Baeza, Alberto. La idea construida. La arquitectura a la luz de las palabras. Lib. Técnica CP67, Universidad de Palermo, A Asppan S.L. Buenos Aires-Madrid, 2000.
* El Arq. Humberto Viccina es profesor en la asignatura de "Historia de la Arquitectura 4" en la Facultad de Arquitectura, Urbanimo y Artes de la Universidad Nacional de Ingeniería.

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