miércoles, 16 de julio de 2008

JAPON DINAMICO (y de ilusiones)





La esencia filosófica budista afirma que todo está en continuo cambio y transformación, que no hay nada permanente y fijo en el mundo, y que éste es mera ilusión o maya. Esta visión aplicada a la arquitectura se traduce en un desarrollo del espacio en el que prima la cualidad de lo dinámico
Pero la arquitectura en Japón no solo es dinámica por esta particular forma de ver el mundo; la problemática con la escasés de tierra y espacio en japón es una razón menos poética aunque igual de condicionante en la práctica arquitectónica. Si los americanos se enorgullecen de aprovechar bien el tiempo -comidas rápidas, coches veloces, carriles rápidos, los famosos 15 minutos de gloria-, los japoneses pueden decir lo mismo con respecto al espacio, no desaprovechan ni un centímetro; podrían envolver un piano en un pañuelo. [1]
En la arquitectura japonesa tradicional, los espacios residenciales eran todos básicamente de tipo multiuso, y las funciones específicas venían indicadas por los muebles o los utensilios alli dispuestos. Incluso hoy, las innovaciones técnicas destinadas al uso del residente son hipereficaces; se construyen los más pequeños habitáculos llamados conejeras: edificios de viviendas con varias unidades que con innovaciones técnicas y de diseño, hacen más confortables los escasos metros cuadrados.
En el paisaje urbano han aparecido un gran número y variedad de edificios comerciales, que no dejan de multiplicarse rápidamente: restaurantes, bares, cafeterías, salones de juego, hoteles, burdeles, tiendas, librerías y un largo etcétera. Esta notable proliferación de posibilidades ha brindado oportunidades de construir grandes proyectos con presupuestos generosos, incluso a los arquitectos más jóvenes, quienes se ven construyendo estructuras propias y renovando interiores con una relativa libertad y flexibilidad, tanto en el diseño como en el presupuesto; al tiempo que sus colegas de otros países tienen que conformarse con renovar el garage del vecino o con estar dibujando detalles de cerrajería en un gran estudio.
El objetivo de los clientes japoneses es invariablemente el mismo: utilizar el edificio mismo como publicidad de su negocio, y por ello, los arquitectos corren el riesgo de que se los utilice también a ellos como artículos de consumo. Los costes de construcción son insignificantes en relación con los precios astronómicos que alcanza el suelo en Japón. No hay ningún incentivo económico para mantener en pie un edificio una vez que los intereses que éste produce empiezan a disminuir o empiezan a perder novedad. Esta ley alcanza su apogeo con los edificios efímeros, edificios que se construyen intencionalmente para un breve período (de tres meses o dos años)
En el Japón urbano moderno no hay lugares en que los ciudadanos puedan reunirse espontáneamente sin tener que pagar (aparte del comercio, en Japón no existe una vida pública). Es una sociedad en la que se paga por todo, incluso para entrar en un templo budista o en un santuario sintoísta. Los edificios comerciales son la vida pública. [2]


Esta es la vida moderna en japón: dinámica y floreciente, de reuniones y negocios en una cafetería tras otra, incluso en el barrio más pequeño; y donde todo está en continuo cambio y transformación, con nada permanente y fijo en este mundo de ilusión.
Los vocablos Sukiya y Shoin significan 'casa del té' y 'arquitecura tradicional' respectivamente. Estos términos evocan en los japoneses dos arquitecturas: La casa del té y el Palacio Katsura. Katsura es la quintaesencia de la arquitectura japonesa y destaca por su fuerte contenido efímero e ilusorio. Fue construído con la finalidad de contemplar la luna, o más bien, el reflejo de la luna en el agua. Preferían la ilusión en lugar de la realidad. El otro punto de contacto con la arquitectura tradicional es la casa del té, o la casa de la fantasía: el vacío y la asimetría, como la conocen los japoneses. [3]
La ficción no alejada de la realidad es un tema presente en la obra de Ando. No pretende una manipulación racional de la arquitectura estrictamente en el terreno de la realidad, ni crear una invención donde la arquitectura sea una mera ficción: "Pretendo inyectar una dosis de ficción en el núcleo de lo real, hacer coexistir una ficción abrumadora con la realidad en un solo hecho arquitectónico, creando espacios no familiares que hagan partífices de su ficción a lo cotidiano [...] En mi opinión, no está más allá de nuestra capacidad el proporcionar un espacio en dinámico conflicto, un espacio que palpita en el hueco existente entre la realidad y la ficción, entre lo racional y lo lógico. Aferrarse a tal contradicción, y penetrar en ella de forma enérgica podría devolver el aire a nuestra sofocante sociedad, planteándole sugestivos interrogantes y transformando su apatía en vivacidad". [4]
[Notas]
[1] Jackie Kestebaum: A&V Monografías #28: Generaciones Japonesas. 1991. p.10 [2] Toshio Nakamura ibid. [3] Félix Ruiz de la Puerta: A&V Monografías #28: Generaciones Japonesas. 1991. p.16 [4] Tadao Ando

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